En la provincia Romana de Judea, durante los años 26 al 36 de nuestra era, Poncio Pilato tenía la función tanto de administrar los recursos económicos, como de impartir justicia bajo el nombramiento de Prefecto; por supuesto, muchos siglos antes de que se institucionalizara la división de poderes. Bajo su cargo sucedió el tan emblemático proceso jurídico de Jesús de Nazaret.
Primeramente Jesús fue acusado y determinado culpable de Blasfemia ante el consejo supremo de judíos (Sanedrín), el cual sin embargo carecía de atribuciones legales para ejecutar la pena de muerte, por lo que sacerdotes judíos liderados por Caifás remitieron con tremendo alboroto el asunto al Imperio Romano.
No obstante, cuando Pilato (del latín) o Pilatos (del griego) recibe el asunto, pese a lo abusivo o violento que le describen, advirtió que a Jesús le acusaban más por envidia e incomodidad, que por algún delito. O sea, que era inocente. Entonces, como buen burócrata de cualquier tiempo intentó zafarse, halló que el imputado era de Galilea y declinó su competencia al gobernador de allí, Herodes Antipas (hijo del mata niños), quien para su suerte, andaba por Jerusalén con motivo de la Pascua.
A Herodes también le pesaba la política: Ya había decapitado a Juan el Bautista siendo inocente (bueno, por armar chisme sobre su cuñada, pero no era para tanto. Aparte por cumplir un berrinche a su sobrina), y Jesús parecía ser inocente también, así que declinó competencia de nuevo a favor de Pilato por “fórum delicti comissi”, o juzgar en donde se cometió el delito. Ello no cayó en gracia a Pilato, quien por una parte llevaba la presión de su esposa Claudia Prócula que pedía absolver a Jesús, que como imaginarán era ya suficiente razón de peso; además de su propia convicción de que el imputado era inocente. Pero por otra se enfrentaba al populismo punitivo y presión de grupos de poder cuya decisión ya estaba tomada, y que prácticamente iban a exigir el trámite para legitimarla. ¿Qué tanto poder? Pues nada menos que el poder de quejarse ante el Emperador Romano Tiberio, que podría destituirle y cosas peores.
En un primer intento Pilato encuentra a Jesús inocente de blasfemia; pero como si se tratase de una fiscalía moderna con orden de aprehensión bajo la manga, los acusadores expusieron ahí mismo un nuevo delito: Sedición contra el Imperio Romano (por aquello de Rey de los Judíos). Pilato, para que dejaran ya de fastidiar, condenó a Jesús a unos azotes, lo que obviamente no dejó satisfecha a la jauría punitivo-populista encabezada por Caifás.
Cuando la presión fue insostenible, Pilato, ignorando que sería de los políticos más criticados de los próximos veinte siglos, y desconociendo también lo “V.I.P.” del imputado; adoptó finalmente la posición de lavarse las manos, para dar lugar al plebiscito (figura que a nuestros días ha traído más desacuerdos que acuerdos); ordenándose la pena capital por decisión colectiva.
Hoy en día, fiscalías y gobiernos del planeta deben evitar convertirse en rehenes del populismo punitivo aún por motivos electorales; respetar a las instituciones y evitar reaccionar a favor del clamor popular desinformado y desconocedor absoluto del expediente judicial en concreto del asunto que motiva sus agresiones. Por su parte, el castigo de la vergüenza que se impone cada día por jueces de redes sociales, no es mucho menos lesivo: Desconfían de toda declaración gubernamental, pero consumen y reproducen como verdadera la nota de cualquier desconocido, crucificando al prójimo con la mayor impunidad.
Afortunadamente la división de poderes y garantías que ofrece el principio de legalidad, han logrado contener considerablemente los abusos, pero no está de más llevarnos la tarea de analizar que todos tenemos la responsabilidad extraordinaria de respetar, y frecuentemente de hacer valer los derechos los demás.
Ver columna en Periódico El Mexicano 17/04/19 y 28/03/2018
También leer:
Como siempre amigo demostrando conocimiemto yhumildad
Mucho exito.
Igualmente estimado Ernesto. ¡Saludos!
excelente publicación, mi estimado amigo, fuerte abrazo
Muchas gracias estimado Isidro. ¡Afectuoso saludo..!