El mito de que el ejercicio del Derecho está saturado se desvanece cuando necesitamos a un abogado y no hallamos a quién contratar. Las recomendaciones rara vez superan en número a los dedos de una mano. A primera vista, parece una de las profesiones con mayor desprestigio en nuestro país; pero si revisamos un poco mejor, el desprestigio lo llevan también los mecánicos, periodistas, policías, políticos, ingenieros, arquitectos, etc. En este sentido debemos saber que no todos los abogados son malos; que la incompetencia como la excelencia, y la deshonra como el honor, no tienen sexo, ni profesión determinada. Pero entonces ¿Qué precauciones debemos tener al contratar abogado? ¿Cómo saber cuál es el adecuado? Aquí les comparto algunas recomendaciones básicas.
1. Identificar necesidades. Algunos asuntos, como accidentes de tránsito, divorcios, o arrendamientos, no requieren de lujosos corporativos o especialistas posgraduados. Es posible que el modesto despacho jurídico de tu colonia pueda resolver el asunto con éxito y darte la atención que necesitas. No obstante en asuntos delicados, en donde peligran años de libertad o nuestro patrimonio de toda la vida, sí es preferible buscar a un experto o especialista en la materia.
2. Presentación. El costo del traje y la marca del bolígrafo, son irrelevantes. No obstante la limpieza y organización de la oficina y de su persona, son patrones que suelen mostrar los abogados que también son disciplinados en su trabajo. Dicha pulcritud no es garantía de efectividad, pues también hay bandidos elegantes; sin embargo el desorden y desaseo personal o en espacios laborales, sí que refleja falta de disciplina. En una ocasión visité un despacho en cuya recepción cocinaban huevos con chorizo. En otra, la grasa de zapatos untada sobre el escritorio me invitaba al prejuicio; no obstante esperé a leer los argumentos y escritos del abogado, confirmando una desordenada falta de pericia profesional. La oficina y la ropa pueden ser modestas, pero si hay orden y limpieza, es más probable que así sea también el trabajo del abogado.
3. Entender lo que te explica. Si el abogado utiliza un fastuoso vocabulario al que no le entiendes, posiblemente intenta confundirte para disimular que él tampoco le entiende al caso, pero no quiere perder al cliente. Pídele que te explique en qué consiste tu problema y cuáles son las alternativas y posibilidades de solución que advierte, así como su estrategia de trabajo, hasta que comprendas a satisfacción.
4. Contrato de servicios profesionales. Tal vez no sea una práctica común, pero un abogado honesto no se ofenderá, ni tendrá inconveniente en decirte por escrito desde un principio cuánto cobrará y qué ofrece exactamente. También, por cada pago que hagas pide un recibo sencillo de honorarios que describa el motivo del pago. Debes entender el contrato o pedir al abogado que te lo explique para evitar costos inesperados o gastos no justificados. El contrato puede incluir la denuncia, demanda o contestación de ella, y especificar hasta qué etapa procesal llegarán los servicios, el costo y formas de pago. Conserva para ti uno con la firma original del abogado para que puedas actuar, en caso de que no llegara a cumplirte.
5. ¿Abogado influyente? Si como primera respuesta a tu problema, el abogado te deja saber que conoce personalmente al juez, o que es amigo del Ministerio Público, posiblemente sea un abogado que no estudia y no sabe cómo resolver tu asunto jurídicamente. Aparte, si le cambian al juez o funcionario amigo, estará perdido. La respuesta y explicación que debe ofrecerte el abogado es la jurídica. Claro que las buenas relaciones no estorban, pero un abogado estudioso y profesional ni las anda presumiendo a sus clientes, ni se atiene a ellas para resolver sino a sus conocimientos.
6. El abogado «bravo». Posiblemente funcionó en el pasado. Hoy en día un abogado que pierde los estribos fácilmente, suele perder también los asuntos. Por supuesto la timidez tampoco es buena aliada, pero es muy distinto tener determinación y seguridad, a ser agresivo e irrespetuoso. Un abogado gritón y prepotente, corre el riesgo de incidir en el temperamento personal de quien le atiende, y no faltará quien indebidamente le cierre puertas o retrase trámites, aun cuando le asista el derecho.
7. Establecimiento fijo. No todo aquel abogado que te cita en un café es mal profesionista. Hay buenos juristas, que por alguna circunstancia no han montado una oficina, sean recién egresados, ex servidores públicos, llegados de otra entidad, etc. No obstante es importante que sepas en dónde localizarles, como filtro para descartar a estafadores que piden anticipo y jamás se les vuelve a ver.
8. Referencias. Además de las recomendaciones personales que te hagan amigos o familiares, puedes consultar algunas referencias en internet. Los portales en línea o de redes sociales de muchos despachos muestran ya el perfil curricular de sus profesionistas: en dónde estudiaron, si pertenecen a alguna asociación o colegio, si son especialistas en determinada área o si están actualizados. También pueden aparecer algunos comentarios de sus clientes, lo que puede darte una idea más clara de si son o no, la opción que necesitas.
Espero que algunos de estos cuidados te sean de utilidad para elegir a alguno de tantos profesionistas capaces, mujeres y hombres, que con disciplina y calidad humana ejercen cada día el derecho, mejorando la vida de alguien; y te ayuden también a descartar a los que no necesitas.
Abraham Cortez* en Facebook, Twitter, Instagram
Ver en periódico El Mexicano de fechas 26/junio/2019 y 4/abril/2018
*Máster en Derecho Penal y en Criminología por la Universidad de Barcelona /
Presidente de la Academia de Ciencias Penales de la Universidad Autónoma de Baja California, Fac. Derecho, Tijuana.